
A veces veo hombres musculosos y ágiles corriendo por Palermo. La primera mirada es: qué bueno, cómo cuida su salud! ¡Qué lomo! La segunda, más femenina y un poco más detallista, recorre su remera transpirada, sus medias con pasto y barro, zapatillas que se sumergen impunemente en charcos, todo eso sazonado por un inefable olor a chivo me hace exclamar: qué mujer deberá lavar toda esa inmundicia!!!!!
No mejora con los que practican tennis, es más, empeora porque hay que agregar el maldito polvo de ladrillo que se incrusta en las fibras textiles para quedarse a vivir.
Ni hablar de rugbiers, futbolistas o aspirantes a, que utilizan: vendas para ambos pies, tobilleras, DOS pares de medias, canilleras, musleras, ciclista de lycra debajo del short, remera o camiseta, a veces de mangas largas más botines inmundos.
Conclusión: después de tanto deporte, seguramente, una mujer (esposa, novia, empleada, amante o madre) tendrá la espeluznante misión de intentar lavar toda esa ropa, seguramente arrollada en una toalla húmeda y contaminada con el olor a transpiración concentrado, porque no creo que ningún varón se dedique a estos menesteres.
Por eso chiquita, si estás por ponerte de novia o conocés a un tierno muchachito por el cuál te morís de amor y que te dice "yo soy muy deportista", por más que sea el clon de Brad Pitt, corré muy deportivamente pero en dirección opuesta. Salvo que te jure sobre una Biblia que usará ropa y zapatillas descartables (increíble, no?)
Hacele caso a la voz de la experiencia