
La celebre muñeca Barbie cumplió 50 años. Ni se le nota.
Con el tiempo, se ha ido pareciendo cada vez más a las humanas, se hizo más gordita, morocha, de ojos marrones, piel negra, paso por mil profesiones, tuvo novio y se separó. Ah! también tiene un perrito ¿les suena???
Como todo producto exitoso, comenzaron rápidamente las imitaciones. Los chinos gastaron fortunas en lograr réplicas casi perfectas. Se venden por pocos billetes pero millones en todo el mundo.
Así y todo, aún inspira ideales de perfección.
En la vida real, también hay Barbies. Estan las originales, pura cepa, de piernas eternas, largas cabelleras rubias sin extensiones y rasgos angelicales. Sin olvidar los gloriosos ojos azules y la cintura de avispa. Pocas elegidas en todo el mundo. Acá tenemos una, Liz Solari. Barbie de pedigree.
Pero hay otras... que luchan con el agua oxigenada queriendo ocultar las alcahuetas raíces negras, que se operan las lolas, se ponen electrodos en la cola, se explotan los labios con rellenos indelebles, se ponen lentes de contacto para falsear el azul negado por la naturaleza. Luego de todo ese esfuerzo, claudican ante un par de piernas cortas y venderían el alma al príncipe de las tinieblas por 10 cm más de altura. Igual, se la rebuscan bastante. Acá tenemos una, bah, muchísimas! pero me viene a la memoria Luciana Salazar, perfecta Barbie trucha.
Que laburo querer ser lo que no se es!!!! Por qué no creer que nuestra originalidad es mucho mas importante que la imitación feroz de una fantasía?
Sé tu propia Barbie, auténtica, con imperfecciones, pero propias, no con mejoras compradas carísimas para terminar vendiéndose por dos pesos.